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jueves, 22 de julio de 2010

La Dalia Negra {PARTE IV}

Y el final, aquí está. Como se suele decir (aunque debería haberlo dicho al principio), cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.






A

Me cambié deprisa, sintiéndome fresca y más animada. Aún no sabía dónde estaba, pero empezaba a sentirme más despejada. Me estiré, sin saber que hacer. En ese momento, la puerta de la celda sonó, y el hombrecillo entró de nuevo con una expresión de enorme suficiencia y alegría en la cara. Tras él iba una mujer muy rubia, con una larguísima melena ondulada que iba y venía al compás de sus pasos elásticos. No pude ver su cara.

Enea, te traigo a una amiga para que hables con ella. Se llama Dalia. –

Sentí como si me dieran con una silla en la cabeza. Dalia, Dalia, Dalia. Ese nombre resonaba en mi cabeza. Recordé la foto, al hombre y la mujer Vitrubianos, recordé la dalia negra y los cristales, el café amargo. Me senté, llevándome una mano al pecho. No me llegaba aire al cerebro. Se me nubló la vista.



Es ella… - fue lo único que alcancé a mascullar cuando volví a estar en posesión de mis plenas facultades. Ella… - alcé la vista y Dalia estaba sentada frente a mí, mirándome con aquellos ojos tan horriblemente azules.
Esa mujer tenía un rollo con Andrés por internet… yo lo sospechaba desde hace un tiempo… - el inspector me miró con los ojos entrecerrados. Sé que lo tenían… se notaba a la legua. Creo que Andrés estaba plantando unas flores en el jardín cuando alguien llamó a la puerta. Fui a abrir, y era ella… me dijo que era una antigua compañera de Andrés, que hacía mucho tiempo que no hablaba con él… - respiré hondo, y Dalia me miró con una expresión implorante. Me dio asco de repente; lo recordé todo.

Sonó una llamada en la puerta, y un chaval asomó su cabeza nerviosa: inspector… están aquí los análisis de tóxicos. Son positivos… - El chaval se acercó con pasos vacilantes y dejó un papel impreso sobre la mesa. El inspector lo cogió deprisa y soltó una risotada: un barbitúrico muy potente… en dosis casi mortal. Otro desliz, ¿eh, Dalia? – ella le miró con expresión de odio.

El inspector me miró implorante: ¿recuerdas alguna cosa que tomaras después de llegar Dalia a tu casa, algo con un sabor extraño…? – Negué con la cabeza, pero casi al instante noté el sabor del café amargo en la boca. El café… - musité – le ofrecí un café… - solté una risita – maldita zorra, habla tú ahora. Dime qué pasó por tu cabeza de niñata descerebrada para hacer… lo que hiciste…

Dalia levantó los ojos: tú eres la zorra… Andrés nunca… él nunca me dijo que tuviera nada con nadie… retrasaba el momento de conocernos porque decía no estar preparado… Pero entonces me lo contó todo… Si no hubiera sido por ti… Todo habría sido perfecto…

Volvió a nublárseme la vista, y me abalancé sobre ella, hablándole en voz baja mientras le arañaba la cara: él me quería, y yo le quería a él… nos amábamos… nos amábamos… Tras unos segundos, alguien nos separó y, por fin, aquella oscilante melena rubia se perdió en la penumbra.

2 comentarios:

  1. OH hummm echaba de menos este relato, de esas historias que vas recordando conforme las vas recorriendo. ¿Hace cuánto que leí esto? ¿Dos, cuatro años? Me gusta.

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  2. :) pues un par de años, a principios de segundo de bachiller. Pero tu leíste una versión distinta, con un final un poco más acelerado que esta; de todas formas, esta versión 2.0 tambien necesita mejoras xD

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