Poesía, literatura, pintura, viajes, historia del arte, medicina, política... Un poco de todo y un poco de nada.

sábado, 18 de agosto de 2018

Recaída

Tristemente, esta noche inquieta me ha traído de nuevo a cantar
sobre las plumas manchadas de sangre de las águilas,
sobre el vello erizado del oso salvaje,
sobre la noche que no acaba.
Me ha traído de nuevo a confesar
que vuelvo a mirar un crepúsculo infinito,
que llego tarde a casa porque me quedo en el puente observando los coches que pasan,
que tengo miedo a las páginas del calendario que descansan en la basura,
y a empujar hacia atrás las manecillas del reloj.
Y tengo que confesarte que el miedo es el culpable,
de mis puñales,
de mis espinas,
de mis palabras mal pensadas.
Que por culpa del miedo hablo pus y sangre y te hago daño.

Y tengo que pedirte perdón, porque esta vez
ha sido rápido.
Esta vez lo sé.
Y tengo las garras en las manos, y créeme
que voy a arrancarle otra vez el corazón a mis demonios.

Quédate conmigo, tendrás que ayudarme a esconder los cadáveres. 

sábado, 11 de agosto de 2018

Que tenemos que hablar de muchas cosas.

Algún día,
alguna noche,
tendré que sacar tiempo y valor de debajo de la cama
para contarte tantas cosas que ahora callo.
Tendré que respirar, y decirte
por qué algunas noches tapo los espejos de mi casa,
y los rompo,
y después me limpio la sangre de los nudillos a lametazos estoicos.
Tendré que contarte
que quizás no soy tan grande, ni tan fiera,
que quizás no estoy curada,
que quizás me salvaste, de verdad, la vida;
no metafóricamente,
literalmente,
literariamente.

Alguna mañana soñolienta, te contaré
que realmente soy buena cocinera, pero me pierde el deseo de agradar
y, a veces, la impaciencia.
Que no mido las cantidades al hacer repostería,
y por eso nunca me sale bien,
pero siempre me resulta divertido.
Te contaré que mi casa no está tan limpia cuando tú no vas a venir
y que no leo tanto como presumo, ni tanto como quisiera,
pero sí pienso más de lo que quisiera
y hablo más de lo que debería.
Te contaré que siempre tengo un hueco en el estómago para un poco de chocolate,
y para darte un bocadito en el hombro y saborearte.

Alguna tarde de domingo, profunda y absurda, me armaré de paciencia
y, resignada, te contaré
por qué a veces te busco en exceso,
por qué, en medio del silencio, siempre tengo una palabra estúpida
para romper la paz,
porque no me soporto.
Te contaré que miro atrás y me añoro, y me odio, y me siento como un molde de la sombra de la otra yo, y me revuelvo, y tengo un huracán en el estómago,
y te diré con la boca grande y profunda,
que quiero verte cada tarde porque sólo cuando me abrazas se calma el huracán.
Te contaré por qué no puedo oír ciertas canciones,
y por qué no puedo hablar de ciertas cosas,
y por qué no te dejo que pases los dedos por ciertos rincones,
y te contaré qué son las cicatrices de mis muslos.


Ojalá quieras escuchar todas esas cosas,
y ojalá no te dañen las respuestas.
Y ojalá te quedes a mi lado, porque
tengo todavía muchas cosas que contarte.