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sábado, 18 de agosto de 2018

Recaída

Tristemente, esta noche inquieta me ha traído de nuevo a cantar
sobre las plumas manchadas de sangre de las águilas,
sobre el vello erizado del oso salvaje,
sobre la noche que no acaba.
Me ha traído de nuevo a confesar
que vuelvo a mirar un crepúsculo infinito,
que llego tarde a casa porque me quedo en el puente observando los coches que pasan,
que tengo miedo a las páginas del calendario que descansan en la basura,
y a empujar hacia atrás las manecillas del reloj.
Y tengo que confesarte que el miedo es el culpable,
de mis puñales,
de mis espinas,
de mis palabras mal pensadas.
Que por culpa del miedo hablo pus y sangre y te hago daño.

Y tengo que pedirte perdón, porque esta vez
ha sido rápido.
Esta vez lo sé.
Y tengo las garras en las manos, y créeme
que voy a arrancarle otra vez el corazón a mis demonios.

Quédate conmigo, tendrás que ayudarme a esconder los cadáveres. 

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