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martes, 19 de abril de 2016

El Jardín de las Delicias [Cuarta parte: tabla central]


Vayamos a la tabla central, la más grande, la que preside el cuadro y la más compleja. En ella, como ya he dicho, aparece un paisaje verde y agradable poblado por cientos de figuras, hombres y mujeres adultos, blancos y negros, abandonándose al placer carnal en todas sus formas. Aparecen relaciones sexuales a veces representadas sutilmente y otras de forma muy explícita, tanto heterosexuales como homosexuales, entre animales y hasta entre plantas. Pareciera que esta escena fuese una "posada universal del amor" (Bosing). Es aquí donde con más claridad podemos ver la fascinación del Bosco por los pecados que denuncia, de la que antes hablaba: las figuras pálidas, de piel lisa, la ausencia de sombras, la iluminación clara y pareja, los colores brillantes, los ritmos circulares... toda la composición ofrece un aire de paz, de alegría.

Es difícil en este punto no estar de acuerdo con la tesis de Fraenger de la que antes hemos hablado: "los amantes desnudos están retozando pacíficamente por el apacible jardín, con una inocencia vegetativa, aunados con las plantas y los animales, y la sexualidad que los inspira parece ser pura alegría, pura bienaventuranza". Sin embargo siempre hay argumentos en contra. No podemos olvidar el contexto histórico y social del Bosco, pintor medieval, en el que el acto sexual era visto como la caída del ser humano en el pecado; no debemos olvidar tampoco la ortodoxia religiosa del pintor, ésta sí, sobradamente demostrada. Tampoco debemos dejar de considerar un importante elemento compositivo: el paisaje representado en la tabla central es un paso intermedio entre el paraíso y el infierno, una situación necesaria para la caída al infierno de la humanidad: el pecado de la lujuria.

En este espacio repleto de figuras, el ambiente está tan concurrido que resulta agobiante y opresivo, y está poblado de cientos de elementos y referencias cuya interpretación varía enormemente entre los estudiosos, y esta interpretación no puede más que sospecharse. Conviene pasar a analizar la tabla y buscar las extraordinarias imágenes que en ella podemos encontrar si se mira con atención.

Si observamos la composición, vemos que de nuevo los ritmos circulares se repiten. Parece casi que la tabla central continuase en el mismo espacio que la tabla izquierda, o en uno muy parecido.

El tercio inferior está poblado de parejas y grupos de hombres y mujeres desnudos; muchos de ellos comen frutas: cerezas, frambuesas, uvas, fresas, madroños... que son claras alusiones a los placeres carnales. También son símbolos de la fugacidad de estos placeres, ya que pasan rápidamente de la frescura a la putrefacción (ésta fue la conclusión del padre Sigüenza). Merece especial mención la fresa, que aparece de forma recurrente; podría tener un significado similar al del heno en el tríptico del carro del heno. 

Los actos sexuales aparecen de formas muy diversas. Desde las más directas:




Hasta las más extrañas y pervertidas:



También hay múltiples alusiones a metáforas y expresiones populares de la época. Por ejemplo: en el medievo, la expresión "coger fruta" o "coger flores" era un eufemismo para el acto carnal.


Otro ejemplo son los peces, que se repiten en el tercio inferior de la tabla: según antiguos proverbios neerlandeses, se trata de símbolos fálicos.

Otro elemento interesante son las conchas, pompas y diversas estructuras que aprisionan a los personajes: Dirk Bax los interpreta como un juego con el significado de la palabra neerlandesa "schill" o "schell", que significaba tanto estar en una pelea como la piel de una fruta. De ahí que, estar en una "schell", significaba tanto entrar en una pelea (incluyendo esto la contienda más placentera de todas: el acto carnal) como estar dentro de la piel de una fruta, literalmente. La cáscara vacía podría simbolizar lo que no tiene utilidad, lo fútil, dando de nuevo connotaciones negativas al acto amoroso. Otros interpretan en estas carcasas que el pecado de la lujuria aprisiona y atrapa al hombre.








La escena más curiosa de la parte inferior de la tabla la vemos en la esquina derecha: aparece un hombre, la única figura vestida de toda la composición, que mira directamente hacia fuera del cuadro, estableciendo una clara conexión visual con el espectador; señala a una mujer justo debajo de él. Justo detrás del hombre vestido irrumpe un tercer personaje. ¿Quiénes son?


A este respecto existen múltiples teorías: algunos identifican al personaje vestido con Adán, siendo la mujer Eva y el personaje que aparece detrás Noé, anunciando una nueva era tras el diluvio universal. Otros identifican al personaje vestido con San Juan Bautista, que se suele representar cubierto por una piel deshilachada y señalando al cordero de Dios; aquí, de nuevo, el Bosco da un giro: San Juan Bautista no estaría señalando al que quita el pecado del mundo, sino a la que lo trajo: Eva. El personaje pertrechado tras el supuesto San Juan podría ser, a su vez, Adán. Según Fraenger, el hombre vestido podría ser simplemente el pintor.


En el tercio medio de la composición destaca un elemento llamativo: una gran fuente ovalada. La fuente de la juventud es un elemento recurrente en los jardines del amor, paisajes descritos a lo largo de toda la historia de la literatura. El jardín del amor más célebre aparece descrito en el Romance de la Rosa, un extenso poema alegórico del siglo XIII que fue posteriormente reproducido y traducido a varios idiomas; en este jardín, igual que en del Bosco, los amantes pasean y se aman alrededor de una fuente central.


No deja de ser curioso que en esta fuente sólo se están bañando mujeres; los sexos han sido cuidadosamente separados, a diferencia de los estanques del tercio superior. La fuente central está rodeada de hombres que cabalgan sobre animales de todo tipo: caballos, toros, cabras, jabalíes... Los jinetes están danzando y haciendo piruetas, excitados por la presencia de las mujeres (de hecho una de ellas ya está saliendo del agua). Así, el Bosco representa la atracción sexual entre hombres y mujeres. No es casual que localice a las féminas en el centro: así, las convierte en culpables del pecado carnal (era común representar a la mujer en el centro de un círculo de admiradores masculinos).

Finalmente, en el tercio superior de la tabla encontramos de nuevo un estanque, esta vez alimentado por cuatro ríos. En él ya no se bañan sólo mujeres, sino personas de ambos sexos, peces y sirenas. Además observamos extrañas construcciones montañosas o minerales, probablemente inspiradas en algún historiado ornamento medieval (candelabros, lámparas, estatuillas, etc.).

Hay una curiosa teoría sobre este estanque y los ríos que lo alimentan. Según Juan Antonio Ramírez, existe una evidente continuidad con el paisaje de la tabla izquierda, y lo que se representa en la tabla central es el Paraíso Terrenal según el Génesis. Para ello se apoya en la cita del propio libro bíblico:


- Y había Jehová Dios hecho nacer de la tierra todo árbol delicioso á la vista, y bueno para comer: también el árbol de vida en medio del huerto, y el árbol de ciencia del bien y del mal. / Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro ramales. / El nombre del uno era Pisón: éste es el que cerca toda la tierra de Havilah, donde hay oro: / Y el oro de aquella tierra es bueno: hay allí también bdelio y piedra cornerina. / El nombre del segundo río es Gihón: éste es el que rodea toda la tierra de Etiopía. / Y el nombre del tercer río es Hiddekel: éste es el que va delante de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates.
                                                                                                                        

                                                                                                                       Capítulo II del Génesis

Así, según este autor, se trataría de una representación del paraíso ideal; lo que el mundo hubiera sido si Eva no hubiera pecado. Es por ello que los habitantes de la escena no sienten rubor alguno y Eva está encerrada en una cápsula de cristal, aislada y culpable. 

Como elemento curioso a señalar, podemos ver que los estanques y lagos son prominentes en esta parte del tríptico. En el medievo, el agua era con frecuencia seno de relaciones amorosas. Se representaba con frecuencia a los amantes abrazándose en una fuente de agua (la fuente de Venus). De nuevo vemos una clara referencia al pecado mortal de la lujuria. Otros interpretan que se trata de la fuente de la juventud (aunque no aparecen personas de distintas edades en el cuadro), o bien de la fuente donde los hombres lavan sus pecados. Sin embargo, parece más claro que se trata de las fuentes del amor: las mujeres desnudas llevan tocados de pájaros y frutas, y en la fuente del plano posterior algunas parejas están teniendo relaciones carnales dentro del propio agua.

Otro elemento interesante es la indiferenciación sexual: los hombres y las mujeres apenas se distinguen, salvo por los pechos femeninos (que aún así no son demasiado evidentes). Quizás así el Bosco quería decirnos que toda la humanidad por igual quedaba manchada por el pecado.

Una vez revisada la pintura con detalle, vuelve a surgir la duda de si efectivamente el Bosco nos presentaba una humanidad sumida en el pecado o más bien nos regalaba un paisaje agradable, deseable. No podemos olvidar que para el cristiano ortodoxo del medievo, moralista hasta el extremo, el pecado se presentaba bajo las formas más seductoras y agradables, y debajo de éstas se ocultaba con frecuencia la muerte y la maldición. El hombre medieval desconfiaba de la belleza material. Así, el Bosco nos presenta un paraíso falso de belleza transitoria que termina conduciendo a los seres humanos a la muerte y a la destrucción. Esta idea del falso paraíso podría estar reflejada en las múltiples figuras humanas y animales que aparecen "invertidas": hombres cabeza abajo, animales que desafían las leyes de la gravedad... así como en las dimensiones desproporcionadas de algunas de las plantas y animales. Esta especie de atmósfera del "mundo al revés" estaba muy presente en el lenguaje iconográfico de la época; dos buenos ejemplos de ello son La Nave de los Necios (Brandt), y el Elogio de la Locura (Erasmo).

En la tabla de la izquierda, que ya hemos analizado, vimos a Adán y Eva siendo unidos y recibiendo el mandato divino del creador (Génesis 1,28): "creced y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra". Algunos podrán pensar que este mandato imploraba a entregarse a los actos que hemos visto plasmados en la tabla central; sin embargo en el medievo se suponía que Adán y Eva habían copulado sin sensualidad, sólo con el objeto de engendrar hijos. Es por ello que en la tabla central no aparecen niños y además los individuos que aparecen no someten la tierra, sino que son eclipsados por los pájaros y los frutos gigantes. Así, según Bosing:

"El jardín no muestra el cumplimiento del mandato divino, sino su perversión. El hombre ha dejado el paraíso verdadero por el falso; de la Fuente de la Vida ha pasado a beber de la fuente de los sentidos, la cual intoxica y conduce a la muerte. "

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