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domingo, 22 de agosto de 2010

Cabaret VII

A new one,



VII
Sonaron cinco golpes firmes y fuertes en la puerta, a eso de las ocho y media. Anne estaba en el baño, peinándose, y Jan se dedicaba a observar la puerta del baño imaginándola transparente. Alex dormitaba en su cama, jugando con un cubo de Rubick con movimientos pausados.
Jan se levantó, descalzo, y abrió la puerta. Las gemelas entraron como un huracán, casi sin saludar, hablando y riendo. Tras ellas estaba Lucy con una cómica expresión de aturdimiento. Llevaba una camisa negra sencilla y unos pantalones rojos. Jan la miró y le sonrió, invitándola a pasar. La chica se sonrojó y bajó los ojos. Llevaba en la nariz un diminuto piercing con forma de pie plateado.
Anne salió del baño y alzó una ceja al ver la habitación tan llena de gente. Jan se encogió de hombros, mirándola, mientras las gemelas lo toqueteaban todo y Alex intentaba despertarse todo lo rápido que podía.
- ¡Eh! ¡EH! – exclamó Anne a las gemelas – vosotras, las de los pelos de colores, no destruyáis la habitación.
- Oh… eres una maleducada, María – dijo Lara a su hermana - ¿crees que esto está bonito?
- Que te den – contestó María. - ¿Nos vamos a cenar?
Los seis recorrieron los pasillos del Campus casi en completo silencio hasta llegar a la planta baja, en cuyo ala central estaba ubicado el comedor. Era una sala muy amplia, cuadrada, con capacidad para unas quinientas personas. Las paredes norte y este estaban cubiertas de mesas y mostradores a los que había que acudir a por la comida. El resto del comedor estaba lleno de mesas para doce personas.
A esa hora, recién abierto el comedor, apenas un tercio de las mesas estaban ocupadas. Lucy señaló una distante, pegada a los mostradores de la pared frontal, en la que había un chico cenando solo. Los seis se acercaron y se sentaron a su alrededor. El chico no pareció reparar en ellos hasta que Anne no le saludó:
- Hola, chaval. ¿Cómo te llamas?
- ¿Eh? Hola – el chico no levantó los ojos del plato de ensalada – Soy Sam.
Las gemelas se miraron, se encogieron de hombros y se sentaron cada a una a un lado de Sam. Anne se sentó frente a él, Jan junto a Anne y Alex junto a María, con Lucy en el extremo.
- Bueno, Sam – empezó Jan - ¿sabías que te llamas como el bedel del Campus?
- ¿Ah, sí? – espetó Sam sin mucho interés – Qué buena noticia.
- ¿Qué estudias, chico? – preguntó Lara con una mirada maliciosa.
Sam alzó los ojos hacia Lara y por fin pudieron ver sus facciones. Era un chico delgado, con gafas y el pelo color castaño claro, fino y casi transparente, largo hasta los hombros. Tenía una nariz ganchuda y una sonrisa amplia y sincera. Sus ojos eran dos ranuras que estudiaban a los seis desconocidos que habían venido a turbar su tranquilidad. Llevaba un extraño colgante en el cuello: un pequeño ídolo de madera algo gastada. Se atusó la media melena y, finalmente, enarboló una sonrisa sincera.
- Historia del Arte. – contestó - ¿y vosotros? ¿todos médicos?
- ¿cómo lo has sabido? – respondió Lucy, divertida.
- Lo lleváis escrito en la cara, chicos.
Todos rieron, y tras las presentaciones de rigor y unos segundos de silencio, Sam preguntó:
- ¿Por qué medicina? Con lo difícil que dicen que es, ¿por qué?
- Por conocer el cuerpo humano y sus mecanismos, para no estar perdida cuando tenga un pequeño dolor de cabeza y saber lo que está ocurriéndome. – contestó Lara, al momento. María asintió, respaldando las palabras de su hermana.
- Por ayudar a los demás, sin duda. Para poder ir a algún país pobre y echar una mano, por pequeña que sea, con mis conocimientos, por pequeños que sean. – dijo Lucy.
- Porque mi padre es médico – dijo Alex, y soltó una carcajada nerviosa.
- Por curiosidad, más que nada. Porque creo que no hay nada más noble y más merecedor de ser conocido que el propio cuerpo humano. No hay nada más perfecto y a la vez más imperfecto. – dijo Jan.
Anne permanecía callada. Todos la miraron y ella, nerviosa, contestó:
- No lo sé, si os digo la verdad. Quizá lo descubra a lo largo de este año. O quizá no.

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