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domingo, 20 de mayo de 2018

En esta peligrosa mañana de domingo, me miro al espejo y veo a una chica guapa.
Veo veinticinco años, veo las ojeras y la cicatriz sobre mi labio, y veo también el cabello negro y brillante, desordenado, inocente, veo los ojos marrón cálido y la sonrisa plácida. Veo el exceso bajo la barbilla y las arrugas en la frente, pero también la nariz fina y la frente alta. Veo una cara agradable.

Es fácil alcanzar la paz cuando El Maravilloso Hombre Inseguro te dice continuamente que eres hermosa. Cuando usa la palabra "guapa" casi como una interjección o una sustitución de tu propio nombre: "guapa, ¿cómo estás?", "buenos días, guapa", "que descanses mucho, guapísima", y otros tantos. Como unas diez o doce veces diarias. Lo nunca visto, joder.

Sonrío.

Por fin.

Giro la cabeza y, oh, mierda, ahí está. La versión en miniatura de mí, retorcida y malévola, sentada en mi hombro balanceando los pies. Me mira y dice con su voz hiperaguda y chirriante: "¡no eres guapa, estás GORDA!". Y se echa a reír como una maldita psicópata en miniatura. Pongo los ojos en blanco tan fuerte que me hago cosquillas en el cerebro con mis propias pestañas, y la lanzo al otro extremo de la habitación distraídamente. Ojalá se haya espachurrado contra la pared y se haya muerto, la maldita. Me entra la risa al imaginar un mosquito aplastado contra la luna de un coche. Pero no ha habido suerte. La siento escalar por mi espalda con sus garras en miniatura, perseverante, inasequible al desaliento, incluso la muy perra aprovecha para morderme mientras asciende. Y, finalmente, se vuelve a sentar en mi hombro, se pone de pie y pega su nauseabunda boca a mi oreja derecha, y empieza a hablar con su voz bitonal y estrafalaria: "¿no te das cuenta? ¡Sólo te dice guapa porque no se acuerda de cómo te llamas! Es una fórmula de cortesía. ¿O acaso creías que lo pensaba de verdad?" Le entra la risa, y se cae hacia atrás sobre mi hombro soltando carcajadas. Suelto un resoplido y, antes de poder volver a intentar asesinarla, está hablando de nuevo: "¡tanto que te miras al espejo! ¿Acaso no te has visto? ¡Eres REPUGNANTE! ¡Tu familia se ríe de tí! ¡Tu antiguo novio te dejó porque estás gorda, y se aseguró de decírtelo bien claro! ¡Todo el mundo te mira cuando vas por la calle!". De nuevo le entra la risa. Me cabreo. Me está tocando las narices. La cojo de la cabeza entre mis dedos índice y pulgar, apretando fuerte en sus orejas, y la levanto delante de mis ojos. Patalea desesperada y agita sus diminutos puños sucios frente a mi cara. Balbucea algo así como: "¡te voy a machacar! ¡abusona!". Ahora soy yo la que se ríe.

La dejo en el suelo con cuidado, aunque sujetándola con el dedo índice para que no se escape. Coloco mi pie sobre ella y la piso, aprieto, la crujo, siendo su cráneo romperse en mil pedacitos bajo mi zapato. Algo gelatinoso se escapa por los lados. Ahora sí que parece un mosquito aplastado.

Suspiro, relajo los hombros. Volverá dentro de un rato, pero al menos tendré unos momentos de paz. Una pequeña victoria.

Suena mi móvil. Un mensaje de texto, por supuesto, del Maravilloso Hombre Inseguro, cómo no. Sólo contiene una palabra: "guapa".

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