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domingo, 31 de julio de 2011

El sueño de los justos

La vida. La vida nos guarda a veces sorpresas, sorpresas de diversa índole. A veces nos abofetea, nos hace llorar, nos escupe y nos susurra obscenidades, divertida. Vivir duele, duele mucho, y a veces es un dolor que se hace insoportable. No lo negaré, no sería de recibo y se acercaría demasiado a una mentira consciente y programada.

Sin embargo, no es menos cierto que la vida nos da a veces sorpresas bonitas, agradables. Símbolos y metáforas, la cosa precisa en el momento preciso. Una bandada de palomas que sale volando al unísono, unas fuentes que se encienden, una palabra a la luz velada de la madrugada, y mil cosas más. Una mano que roza otra mano en el lugar preciso, con la intensidad precisa, con el cariño justo.

Nos miramos, y el mundo se ralentiza. Ambos hemos sentido la soledad del lobo estepario, la necesidad de ser amados mezclada con el odio a la pureza del amor. Ambos hemos vivido en una burbuja, andando con una cadencia radicalmente distinta a la del resto de los mortales. Ambos hemos llorado, hemos gritado, hemos intentando enterrar nuestras penas en el fondo de una botella o en el filo de una cuchilla. Ambos hemos escrito, hemos escrito mucho y muy duro. Poemas bañados en whisky para tí, textos bañados en sudor ajeno para mí. Ambos hemos entendido demasiado pronto lo mucho que duele respirar.

Hemos estado al filo de la locura.
Hemos estado al filo de la locura, y ahora todo ha cambiado.

Ha cambiado, se ha dado la vuelta a la tortilla, gracias a que fuimos valientes y nos dimos cuenta de que este tren no volvería a pasar.

Entonces, ¿qué va a pasar ahora? ¿qué nos depara el destino? Nadie puede saberlo, nadie quiere saberlo. Llevaremos siempre a la espalda esa carga pesadísima, ese pasado rojo e inflamado, y no debemos dejarla atrás, porque si olvidamos quienes fuimos, la historia volverá a repetirse. Sin embargo, te diré:

Ya es hora de reirnos del mundo, de besarnos en medio de la calle, de correr cogidos de la mano, de tumbarnos a mirar el cielo en cualquier césped, de rozarnos sin pudor y sin mesura, de mirarnos a los ojos y sentir que un puente se tiende entre nosotros. Éste es nuestro momento. Es hora de darnos las buenas noches con un beso limpio y fresco y de despertar con una caricia en la mejilla. Hoy, juntos dormiremos el sueño de los justos.

Juntos.

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