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domingo, 17 de junio de 2018

Ryanair: low expectations, made simple.

Me sorprendo a miles de metros de altura
hablando de nuevo de tu perfil cincelado,
de tus manos morenas,
de tus ojos,
del complejo ovillo de lana que forman tus rizos, tus miedos, tu inseguridad, tu dulzura,
de tu dedo meñique.
de tu amor por la música,
de ti.
De cómo te has convertido con el paso de los años en un cofre inexpugnable cerrado con siete candados,
y de cómo no descansaré hasta abrirlos
o hasta que al cofre le salgan patas y se escape corriendo por el pasillo
y yo me quede aquí.
Sola, sin más que hacer que lamentarme
por todas las flores muertas, los regalos sin venir a cuento que nunca intercambiaremos, las tardes pasadas a media luz en mi cama que nunca volverán a repetirse, todas las veces que no te devolveré a casa de noche en mi coche antiguo y ya no cantaremos juntos, todos los besos que nunca más me vas a dar, los conciertos a los que no iremos, y no podrás reírte de que me he tomado una cerveza de más, ese viaje a Dublín que nunca vamos a hacer juntos, todo;
Y lo cocinaré todo en los fuegos del infierno y me lo tragaré todo de un bocado, y quedará para siempre en mi estómago el peso de las cosas que nunca hicimos.
Me dices que tienes miedo de permitirte amarme porque no me quieres hacer daño,
y yo me muerdo las mejillas para no gritarte
que no puede haber nada más yermo que esto,
nada peor que amar a alguien que no te corresponde,
y mírame, aquí sigo, sonriendo.
En su lugar, te digo
que he superado cosas peores, que me han roto el corazón y he conseguido recomponerlo y amar de nuevo, que salí del infierno así que saldré de ti, quizás algo despeinada y con algún arañazo, pero saldré, y volveré a amar, y volveré a intentarlo, y seguramente volveré a cometer los mismos errores.
Porque yo misma soy un error, un conjunto deforme de taras y carencias, un bulto en el espejo.
Porque sí, quizás sea cierto, quizás me olvide de tus manos, de tus ojos imposibles, de tus largos fémures y de tu voz redoblada, quizás me olvide de las salas de conciertos, de compartir palomitas contigo, de aquel fin de semana en Edimburgo, de las tardes en mi cama, del tacto de tu piel, quizás, pero joder, qué aburrida va a ser la vida una vez que te hayas ido.

Y por qué, maldito corazón angustiado, dime por qué mis manos sólo dibujan miserias y manchas negras. Por qué te miro y parece que ya te estás marchando. Por qué mi estómago me pide escribir sobre tu pérdida, aunque aún puedo besarte cuando quiera, por qué este corazón vacío y anhelante de ti no emana más que tóxica impaciencia, por qué todos los poemas suenan a despedida.

Quizás sea porque cada día me dices adiós un poquito, aunque tú no te des ni cuenta.
O quizás realmente no pase nada, que a veces todo es tan normal, y al final te asustaré y haré que te marches usando estas manos llenas de ventosas, y esta boca llena de preguntas.

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