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sábado, 9 de junio de 2018

Esta noche hay tormenta en Alhucemas.

Esta noche hay tormenta en Alhucemas.

Así solventa Google la polémica, y así termina de un plumazo con el misterio de esos destellos amarillos que vemos al final del horizonte, más allá del mar opaco. Ya no es el fin del mundo, ni la venida de algún monstruo Lovecraftiano, ni la muerte de una estrella.
Es sólo que
esta noche hay tormenta en Alhucemas.

Sin embargo, seguimos imaginando, inasequibles al desaliento.
Aunque llevar una carta estelar en el móvil no deje lugar a dudas de que aquella, seguro, es Júpiter, y debajo, Antares (y yo, tonta, pensando en que era la estrella polar, aunque estemos en Junio). Y mira, justo encima de nosotros, la osa mayor, y al lado, Vega.
Y otra, más allá, extinta. Recibimos aún su luz a modo de herencia extemporánea. Quién pudiera morir y dejar como cadáver sólo un punto luminoso.
Y te pregunto si irías al espacio, y me dices "por supuesto". No esperaba menos de ti. ¿Y habrá vida extraterrestre? Seguro. ¿Y serán como nosotros? Ah, ahí...
De fondo, la tormenta. En la punta de la lengua, cada palabra es un mordisco de hojalata. Al mismo tiempo, te observo, y te admiro, y me lleno de tu voz, y guardo cada beso en un sitio muy secreto. Y hablamos de la vida, del tiempo, del mundo, pero no de tus agujeros ni del cómo estás teñido de tristeza. O, al menos, yo desearía no haberlo hecho. Porque pregunto demasiado, demasiado, demasiado, y los dos lo sabemos.

Al final de esa noche, cae una lluvia fría y repentina, como un presagio, o un punto en la boca, o un punto final.

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