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miércoles, 10 de agosto de 2011

Palabras


Cada mañana, ella se levantaba muy temprano. Madrugaba desde siempre, no sabía si por costumbre o por deseo de aprovechar el tiempo. El caso es que se levantaba temprano e iba a la cocina. Preparaba el café y lo dejaba listo, caliente, sobre la hornilla. Sacaba el pan del congelador y lo dejaba, soltando volutas de vapor, sobre la encimera. Dejaba preparado en la nevera un platito pequeño, con tres o cuatro trocitos de queso y unos dados de jamón serrano, para las tostadas. Metía la leche a enfriar y dejaba un par de azucarillos junto a la cafetera. Lo último que hacía antes de irse a trabajar era coger la taza de él del armario. La sacaba, quitaba el post-it amarillo del día anterior, en el que se podía leer: "Te quiero", y colocaba uno nuevo, exactamente igual, en el que escribía de nuevo: "Te quiero".


Las palabras se olvidan deprisa. Los actos son los que quedan para el recuerdo, sí, pero es posible hacer que las palabras calen hondo. Lucharé. Por nosotros.











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