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martes, 11 de enero de 2011

Madres e hijas

http://www.diariocordoba.com/noticias/noticia.asp?pkid=609292

Una columnita que he leído hoy en el diario córdoba y me ha gustado muchísimo; no es mi caso, pero me ha parecido muy elegante y bien escrita. Os la dejo, atención a esta señora (Rosa Cullell), que escribe como los ángeles.


Madres e hijas

11/01/2011 ROSA Cullell

La mía es estupenda. Va a la universidad, estudia, no bebe, es responsable... Ni siquiera se ha hecho un piercing en el ombligo. Una niña que cualquier familia querría como hija, nieta o lo que fuera. Así es mi hija. Llega a casa al acabar sus clases, me sonríe y se va a la habitación. Vuelve al salón, cargada de bártulos. Se pone los cascos, abre el Facebook y ya he oído todo lo que pensaba decirme. Hola y adiós. Está cansada y quiere distraerse, hablando en su ordenador con conocidos o viendo películas en la red. No, no pretendo ser su amiga, pero quiero que me cuente. Cualquier cosa. En ningún caso pretendo saber de novios, planes, miedos o deseos. Solo que me explique la primera estupidez que le pase por la cabeza. Reírnos juntas. Según mi madre, no pasa nada. Es lo de siempre, lo que ya sufrió ella cuando yo me encerraba en mi cuarto, lo que le sucederá a mi hija si llega a tener descendencia femenina. Precisamente, la abuela y yo, dos mujeres de entre 50 y 74 años, fuimos de compras navideñas y acabamos discutiendo. "Contigo nunca acierto", le dije. "Ni yo tampoco", contestó. Madres e hijas. Tensa relación. ¿Es igual con los padres? ¡Qué va! Ellas son sus niñas. Con los papás hablan incluso durante la adolescencia y también al llegar la juventud, ese instante que creen eterno. A los hombres, sus hijas los miran con buenos ojos. Entre nosotras, sin embargo, se establece una barrera forjada por el desinterés, la competencia o el deseo de no parecerte a tu querida mamá. En mi familia las primogénitas nos llamamos igual. Con nuestra hija rompimos la cadena, pero, por respetar la tradición, mi marido le añadió el Rosa de segundo. A los 12 años, la niña decidió quitárselo. Ser diferente y única. Todas lo intentamos en algún momento. Hasta que un día te miras en el espejo y ves el mismo gesto, esa sonrisa irónica que siempre odiaste. Ya eres tu madre.

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