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jueves, 2 de mayo de 2013

Añorar lo inañorable

[Volvemos a las andadas]




Después de todo lo que ha ocurrido, cerebro mío, corazón de mi pecho, ojos de mi alma, después de todo, ¿me vienes con esto? Después de llorar por tí, de negarte y renegar, de echarte de mi lado, de escupirte, de olvidarte, después de haberte necesitado como a nadie y de no haberte tenido nunca, después de esto... Me sorprendo una noche de casi - verano echándote de menos, con una sensación que me aprieta la boca contra las manos, necesitando oírte reír y acariciarme la cabeza, necesitando que te enorgullezcas de mí y de mi pelo heredado de tí, y de este mentón tan prominente que nos identifica, por suerte o por desgracia, como parte de la misma familia.
Después de tanto sufrir, después de haber caído a lo más hondo y haber remontado el camino con sangre en las manos y en la lengua, después de haber llegado de nuevo a la vida y haber olvidado, después de haberte superado, después de haberme recuperado de tí, tan después de tí que muchas veces no sé si eres de verdad o no, me llega a las manos una noche fresca y me trae tu recuerdo, y te necesito.

Pero no te preocupes... volverás a irte, porque en realidad nunca has vuelto.


Tan después de tí que a veces ni te recuerdo... volverás a irte. Te lo ordeno. 

1 comentario:

  1. «Pero no te preocupes... volverás a irte, porque en realidad nunca has vuelto.»

    Y eso es lo que importa.

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