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jueves, 21 de abril de 2011

Peligro

- Una mujer con el corazón roto es peligrosa como una pantera hambrienta... - susurró ella despacio, escupiéndole cada palabra con desprecio - así que más te vale andarte con cuidado -

Rozó su mejilla con sus labios, carnosos y pintados de carmín, y dejó un rastro pequeño que él luego vería. Le atravesó con la mirada, con esos ojos grises como el acero, vastos y vacíos, que nunca conseguía entender. La mirada que le lanzó le hizo estremecerse; mitad odio, mitad calor, no sabía si besarla o huir en respuesta.

Pero ella fue más rápida.

Se levantó de la cama en la que estaban acurrucados y le obsequió con una visión de su espalda desnuda, pálida y perfecta. Anduvo despacio hasta el otro extremo de la habitación y se subió en unos tacones negros de charol, unos zapatos imposibles y vertiginosos. Diez centímetros más alta, volvió a la cama y se enfundó el vestido rojo, ajustado a su cuerpo torneado. Ya vestida, se sentó a horcajadas sobre él y le sonrió de nuevo con aquella mirada mitad odio, mitad pasión. Le besó con saña, le metió la lengua hasta la campanilla y le mordió el labio inferior con dureza hasta abrirle una brecha que no se borraría en mucho tiempo. Cuando separaron sus labios, él tenía los ojos inundados en lágrimas de dolor. Ella soltó una carcajada y le besó en la mejilla, como pidiéndole perdón. Después empezó a juntar sus rodillas, apretando con todas sus fuerzas los costados de él. Se movió encima suyo con sensualidad mientras le besaba el cuello, y cuando notó que se relajaba, le clavó el tacón en la entrepierna con un leve movimiento de tobillo. No le hizo demasiado daño, pero sí el suficiente. Le mantuvo prisionero en aquel abrazo bizarro, volvió a posar sus labios carnosos y febriles sobre los de él y le dedicó una última sonrisa.

- Una mujer con el corazón roto es peligrosa como una pantera hambrienta. No lo olvides - mientras decía esto, acarició su mejilla y le abrió un corte largo y fino con la uña del dedo índice. Salió de la cama y se marchó, oscilante, pausada, pálida y fría, como una pantera que acabase de destripar a su presa, sin mirar atrás.

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