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sábado, 6 de noviembre de 2010

Trenes

Los frutos de llegar a la estación media hora antes:



Las estaciones de tren son lugares harto extraños, sin duda. Como en todas partes, hay de todo. Como siempre, hay mucho ruido. Como es normal, hay un gran gentío. Entonces, me dirás, ¿dónde está la extrañeza de las estaciones de tren?
Una estación de tren es el único sitio en el que se puede imaginar sin que te oigan. Es el único lugar en el que un infernal chirrido como el frenazo de los trenes al llegar y salir de la estación puede sonar como música. Es el único lugar en el que puedo sentarme frente a un chico que parece interesante, intentando averiguar qué libro está leyendo, y luego levantarme asustada por su escuálida cara de psicópata, recordando a aquel hombre que perseguía a Julia en aquella película. Es el único sitio en el que sentarse a mirar, sin leer ni oír música, hace que el tiempo se pase aún más deprisa.
He viajado mucho en tren, muchísimo para mis escasos diecisiete días de vida. Siempre, o casi siempre, el mismo trayecto perfecto; ni muy corto, ni muy largo. Siempre ha habido una sorpresa – el tren es una sorpresa con ruedas. El tren es el único lugar en el que, cada día tengo una sorpresa nueva. Aquel día una bolsita de gominolas increíblemente deliciosa, tantísimos días de risas, algunos de estudio, aquella mañana criminal en la que casi vimos amanecer en el tren, todas las veces en las que, milagrosamente, he encontrado un compañero de viaje una vez montada en la lanzadera, el día en el que decidieron que se acabaron los trenes viejos y renqueantes (con su cierto encanto, claro) y los desguazaron todos (y con ellos, los recuerdos), dejando paso a esas balas blancas y limpias, con asientos más duros, pero con enchufes. ¡Enchufes! Desde entonces escribo en el tren siempre que puedo, abro el portátil y suelto cualquier cosa en la pantalla. Antes, leía siempre. Releí la Historia de Lisey por tercera o cuarta vez en el tren, y Apocalipsis; me encantaba sacar esos libros gordísimos y meter la nariz en ellos. Los trenes son magia. Chirrían, renquean, hay algunos revisores más agrios que una nube de vinagre, son más caros conforme más bonitos se hacen, pero siguen siendo magia. Siempre magia, magia sobre un sinfín de ruedas.






[Totally unrelated] una pequeña fábula, 10 titulares que leeremos en Noviembre:

http://cronicasdeungalenonovato.blogspot.com/2010/11/10-titulares-de-noviembre.html

3 comentarios:

  1. Yo también prefiero los trenes para viajar, también porque son más baratos que los aviones. Eso sí, viajar está muy caro :p)

    Muchas gracias por el enlace a mi blog.

    PD: Yo empiezo las rotaciones por el hospital en Enero. Si quieres el verano que viene le pides mi móvil a Aurelio o quedamos vía blog :D

    Besotes!!

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  3. Precioso, me encantan los trenes y no puedo estar más de acuerdo contigo.

    Mi abuelo era ferroviario y de pequeñita me llevaba a la estación de la mano contándome que él una vez trabajó de obrero hasta ascender. Pero contaba muy anecdóticamente que le gustaba más estar en contacto con las vías y trabajándolas que estar en una oficina.

    Y no sólo de Jaén, de hecho debido a su trabajo cada año él, mi abuela y mi madre vivían en una ciudad/pueblo distinto en viviendas específicas para familias de ferroviarios, vamos, siempre cerca de las vías, por eso a mi madre le encanta la canción de fito. Y por eso yo de pequeña soñaba con un viaje en tren eterno que me llevase a París.

    Y bueno, no sé para que te suelto esto, pero en teatro estoy recibiendo una especie de terapias a lo club de la lucha que me incitan a hacer todo lo que me apetezca en el momento. Algún día ese "dejarme llevar" me llevará a ese viaje a París.

    Cuanto más te leo, te escucho más unida me siento a ti. Te quiero



    P.D: Genial el enlace xD

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