Se levantó una mañana y el espejo la acusó desde el fondo del cuarto. Se arrastró hacia él y lo que vio no fue menos siniestro que la oscuridad a medio hacer que invadía la habitación. En el espejo flotaban unos ojos hundidos. Faltaba algo; había perdido la costumbre de vivir.
Precioso, de verdad.
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