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lunes, 2 de abril de 2018

Edipo y la Esfinge - Moreau

Hace años ya que me prometí una entrada sobre un cuadro inquietante y hermoso que me persiguió por el mundo durante una época muy hermosa de mi vida: Edipo y la Esfinge, de Gustave Moreau. 
Me crucé por primera vez con él en el museo del Louvre, en París, allá por 2014, en una exposición temporal, y recuerdo acudir a verlo casi con ansias y con hambre. Lo fotografié, lo dibujé, lo miré y lo remiré, y siempre era el mismo y a la vez era distinto. La exposición terminó y lo desterré a la parte de atrás de mi memoria. 
Al año siguiente, en el verano de 2015, estaba yo extasiada paseando por las salas marmóreas del Museo Metropolitano de Nueva York, doblé una esquina y me lo encontré de cara, con sus dos metros de altura y su anguloso esquema de formas mirándome, pesado, casi acusador, casi reprochándome haberlo olvidado. Y allí me senté, entre la gente que caminaba, en la otra esquina del mundo, y volví a dibujarlo, y creo que aquella tarde de agosto se cerró el círculo. 
Y hoy toca contar su historia. 




La Esfinge, en griego antiguo σφίγγω (quizás de "estrangular") es un demonio representado con rostro de mujer, cuerpo de león y alas de ave, símbolo de destrucción y mala suerte.

Hesíodo es el padre de la primera Esfinge griega, y la pare como hija de la Quimera y de Ortro, el perro hermano de Cerbero. Otros la hacen hija del amor entre Tifón y la Quimera, o de una ninfa con cola de serpiente.

La Esfinge fue mandada según Hesíodo por la vengativa Hera para destruir y causar terror en los campos que circundaban la ciudad de Tebas, con motivo del rapto y la seducción que Layo, el rey de Tebas, cometió en el joven Crisipo. Otros mencionan que fue enviada por Dionisio y Ares, incluso por el dios del inframundo.

La horrible mujer - león se asentó en uno de los montes del oeste de Tebas, y desde allí asolaba los campos, destruía las siembras y estrangulaba a todos los que no fueran capaces de resolver sus enigmas. Propuso a Creonte, entonces rey de Tebas, que si alguien era capaz de resolver uno de sus enigmas se iría para siempre; pero si no, mataría a quienes fallasen y seguiría destruyendo.

Ahora bien, ¿cuál fue el acertijo que la Esfinge propuso a los tebanos? Todos lo conocemos, y Aristófanes nos brinda la versión más elaborada:

Existe sobre la tierra un ser bípedo y cuadrúpedo, que tiene sólo una voz, y es también trípode. Es el único que cambia su aspecto de cuantos seres se mueven por tierra, aire o mar. Pero, cuando anda apoyado en más pies, entonces la movilidad de sus miembros es mucho más débil. 

Varios trataron de resolver el enigma y fallaron, siendo asesinados por la terrible bestia; entre ellos Hemón, el hijo de Creonte. El rey, desesperado, hizo una proclama a toda Grecia prometiendo el reino entero y a su hermana en matrimonio a aquel que fuera capaz de resolver el enigma de la Esfinge.

A responder a esta desesperada llamada acudió Edipo, el hijo perdido de Layo y Yocasta, y fue el único que consiguió resolverlo correctamente. Según Aristófanes de nuevo, estas palabras son las que Edipo dedicó a la bestia:

Escucha, aun cuando no quieras, Musa de mal agüero de los muertos, mi voz, que es el fin de tu locura. Te has referido al hombre, que cuando se arrastra por tierra, al principio, nace del vientre de la madre como indefenso cuadrúpedo y, al ser viejo, apoya su bastón como un tercer pie, cargando el cuello doblado por la vejez. 

La Esfinge, derrotada, a partir de este momento buscó la muerte. Sin embargo, como nos tienen acostumbrados los griegos, las versiones se mezclan. Higinio nos cuenta que la Esfinge saltó desde su guarida en el monte en busca de la muerte, Eurípides habla de que fue el propio Edipo el que la mató... La única certeza que tenemos es que Edipo tuvo su recompensa, se casó con Yocasta (recordad que era su madre) y  se convirtió en rey de Tebas.

La alegoría final, siempre tan recta y moralmente evidente, tal y como nos tienen acostumbrados los griegos, es que el mito representa el triunfo de la belleza y la sabiduría sobre el horror.



Una vez colocados en el contexto, vamos a la tela que nos ocupa, el magistral óleo de Moreau.
Fue pintado en 1864, y se trata de un cuadro puramente simbolista y cargado de verticalidad. Moreau representa al protagonista con sus atributos clásicos, como un viajero: el manto y el bastón. La Esfinge, que de forma tradicional se representa sobre una columna, aparece encaramada al pecho de Edipo y lo observa con expresión hierática. Por el suelo, dispersos, los cadáveres de los pobres infelices que fallaron anteriormente el acertijo. El entorno en el que están es montañoso, onírico, brumoso.

La composición es una línea vertical continua, una auténtica columna de formas. Edipo se levanta recto, anguloso, apoyado también en su bastón recto: el hombre hermético, el anthropos que centra la creación. Es la juventud, la belleza, el hombre sabio que todo lo puede.

La Esfinge es también vertical, y nos ofrece un ritmo ascendente con sus alas desplegadas al cielo. Sólo rompe la rectitud la curva de su lomo, aunque también nos hace imaginar un salto hacia arriba. La mirada de la esfinge, con su rostro femenino, es sugerente y seductora, pero se encuentra con la mirada fría y racional del anthropos. Sin embargo, a la vez la conexión entre ambas miradas trasciende una simple lucha de poder: Moreau representa en sus composiciones a menudo imágenes especulares, y enfrenta conceptos aparentemente opuestos para mostrar el ciclo circular del universo. ¿Son Edipo y la Esfinge un espejo el uno del otro?

Termino con el auténtico alma del cuadro: el simbolismo. Como dicen en (1):

Las alas de la esfinge, alas de águila, están precisamente asociadas a esa constelación y a la de Escorpio, así como al equinoccio de otoño, a la vejez, al declive de la vida, mientras que Edipo es la fuerza, la juventud que todo lo puede. Por eso todo en él es vertical. Sin embargo, las patas de la esfinge se refieren también a la juventud, porque lo son en la representación del principio del año babilónico, el equinoccio de primavera; y la cola indica la posición del Sol en el solsticio de verano, la madurez.

La esfinge recorre y asume todas las etapas de la vida. Todas las dudas, todas las preguntas y todas las tentaciones. La esfinge, eterna, lleva en sí todas las edades, todas las etapas, porque en todas hay enigmas que es necesario responder. Y vencer.

Y eterno es el Edipo vertical, el que vence, el que conoce su camino, el que se apoya en la roca. El que no deja a su espalda resquicio alguno por el que penetre la duda, la debilidad, la derrota.



FUENTES: 

https://www.revistaesfinge.com/breves/oculto-en-el-arte/item/1286-edipo-y-la-esfinge

https://historia-arte.com/obras/edipo-y-la-esfinge

https://es.wikipedia.org/wiki/Edipo_y_la_esfinge

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