Lo primero que nos dicen nuestros profesores al entrar a la facultad es que tenemos que estudiar mucho, mucho, mucho, que tenemos que bebernos los libros, consultar la bibliografía recomendada y la accesoria (mirad los esquemas en el Netter, las preguntas tipo test en los desgloses del MIR y el tema del síndrome diarreico y del estreñimiento os lo miráis por apuntes). Además, nos ofrecen prácticas en el hospital cuando queramos ("el servicio de XXX-logía está abierto para vosotros") y nos instan a sacar tiempo de donde sea para tutorías.
Los ilustrísimos señores doctores nos dicen además que, para ser buenos médicos, tenemos que consultar el Lancet, el New England, el PubMed, casi diariamente y estar al tanto de los nuevos avances en oncología radioterápica, genética molecular, otorrinolaringología pediátrica, cirugía laparoscópica del divertículo de Meckel, y sobre los devaneos sexuales de Ramón y Cajal en su época de estudiante. Tenemos que ser unos buenos conocedores de la fisiología, la anatomía y la histología, sin olvidar una base absolutamente sólida de bioquímica. Sobre eso tenemos que tener otra base, más sólida si cabe, de patología general, microbiología, anatomía patológica y unos conceptos básicos de cirugía. Sobre eso tenemos que empezar a trabajar y construir un rascacielos de fármacos hecho de listas interminables de nombres terminados en -ina o en -ol, pero si no somos maestros en esa base de la pirámide, no somos nada. Además de conocer todos los entresijos de la fisiología normal y ser capaces de razonar para discernir los millones de síntomas que puede tener la más pequeña alteración de la más pequeña proteína del órgano más inútil, arcaico e involucionado, debemos ser buenos comunicadores, empáticos, conocer la psique humana lo suficiente como para que la relación con nuestro paciente sea correcta; y sobre todo esto, tenemos que tener interés y saber algo de historia de la medicina, de las conexiones entre la medicina y el resto de los elementos de la sociedad, de ONGs, de programas de voluntariado, de talleres para aprender a ser más respetuosos, para informar a nuestro paciente de forma efectiva, o cursos para aquirir las últimas técnicas en cirugía, los fármacos más punteros aún en fase de ensayo, tener una leve idea de los cambios en la prevalencia de las enfermedades más comunes, y podría seguir así hasta mañana. Además de todos los conocimientos técnicos y teóricos, de las destrezas prácticas y de las competencias transversales (Bolonia dixit), debemos lidiar desde el principio con la presión de que, en un futuro, tendremos una vida en nuestras manos, así que más nos vale atender en esa clase de farma de tercero en la que te están contando los antiasmáticos y no te estás enterando de nada, vaya a ser que en primero de residencia te llegue un alérgico en plena crisis y le metas 200 mg de mirtazapina, a ver si le remite la disnea.
Y yo me pregunto una cosa, a ver si alguien me la puede contestar:
¿¿¿¿CUÁNDO????
Apuffffffff esto se merece más horas de café.
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