“Alone”
sábado, 4 de junio de 2022
domingo, 15 de mayo de 2022
Nada
Como una carretera mal construida, te inclinas,
seis carriles de ida y sólo uno de vuelta.
Como un alfarero un poco torpe, padre poco orgulloso
de un ánfora asimétrica que gotea por la base.
Como una guitarra con una cuerda rota,
cogiendo polvo en un rincón, la olvidas.
Como un niño encerrado en pandemia
en su jaula de cristal, con los parques precintados
sin entender por qué el mundo arde.
Y parece que nadie le explica, porque no sabe.
Nunca prioritario. Olvidable.
Opcional.
Imprescindible.
Para tratar de quitarte esa pátina de muerte
y de olor a ropa sucia y a polvo ignorado, buscas:
buscas cada noche en el fondo del armario,
en los bolsillos de los vaqueros que se te quedaron pequeños,
en las mochilas que llevaste a donde un día fuiste feliz,
en la última página de los cuadernos que escribías cuando el mundo olía a flores...
Y no encuentras
nada.
miércoles, 11 de mayo de 2022
Sobre las listas de Spotify que ahora te hacen llorar
Yo tenía un amigo que me enseñó el mundo
un amigo que tenía chispas en los ojos y un dolor tan profundo que siempre se le veía en la cara
que no podía con todo y al final se tuvo que largar,
que se llevó mi maleta grande y todas mis ganas de escuchar música
y mis ganas de bailar.
Por esos pelos largos y esa voz cazallera cargué un micrófono barato durante meses
y soñé con que era alguien especial.
Y me puse bajo un foco un par de veces y grité
lo poco que tenía, lo poco que sabía, lo poco que podía lo dejé
y me quedé sin nada.
Quisimos ser grandes, o al menos ser felices
bajo las mismas luces que otra gente más espacial.
El bolso del concierto todavía huele a Victoria,
la falda de aquella noche aún no la vuelto a utilizar.
Nos daba la noche entre humo de tabaco, acordes y hojas sueltas,
lo que hicimos con Creep nunca se quedó grabado, pero ojalá...
Ojalá otra tarde de darle vueltas.
Ojalá otra noche de cambiar cuerdas.
Hicimos el cierre, dimos el último, dimos las gracias y pa' casa.
Quién me iba a decir que aquel pasillo era el último, de verdad.
Terminó la guerra, los pies en la tierra,
y en esta piel como navaja de reyerta
ya no queda espacio pa' llevarte a cuestas.
Y ahora el micro coge polvo detrás de la puerta
junto a un shaker roto y una tracklist arrugá,
y yo ya no digo que canto porque no es verdad.
Ya no digo que canto, porque no es verdad.
lunes, 18 de abril de 2022
Las gárgolas del monasterio de San Juan de los Reyes, en Toledo
Bueno, intentemos retomar el blog después de dos o tres años de sequía, así, de forma natural, que no se note...
Bueno, pues hemos estado de viaje, y ha sido bien bonito y provechoso. Os digo también que yo pensaba que había descubierto una joya escondida e ignota en el claustro de este monasterio del siglo XVI, y resulta que hay hasta tesis doctorales sobre las gárgolas que lo decoran, que son una auténtica maravilla. Hasta Bécquer las pintó y las plasmó:
“Un día entré en el antiguo convento de San Juan de los Reyes. Me senté en una de las piedras de su ruinoso claustro y me puse a dibujar. El cuadro que se ofrecía a mis ojos era magnífico. Largas hileras de pilares que sustentan una bóveda cruzada de mil y mil crestones caprichosos; anchas ojivas caladas, como los encajes de un rostrillo; ricos doseletes de granito con caireles de yedra que suben por entre las labores, como afrentando a las naturales; ligeras creaciones del cincel que parecen han de agitarse al soplo del viento; estatuas vestidas de luengos paños que flotan, como al andar; caprichos fantásticos, gnomos, hipogrifos, dragones y reptiles sin número que ya asoman por cima de un capitel, ya corren por las cornisas, se enroscan en las columnas, o trepan babeando por el tronco de las guirnaldas de trébol; galerías que se prolongan y que se pierden, árboles que inclinan sus ramas sobre una fuente, flores risueñas, pájaros bulliciosos formando contraste con las tristes ruinas y las calladas naves, y por último, el cielo, un pedazo de cielo azul que se ve más allá de las crestas de pizarra de los miradores a través de los calados de un rosetón.”
(Carta IV Gustavo Adolfo Bécquer)
Yo ya no soy estudiosa de nada, así que no me extenderé. Pero las gárgolas siempre han sido un elemento que me ha generado increíble curiosidad, y parece que por más que leo nunca sé suficiente sobre ellas, sobre el simbolismo que las rodea y sus significados. Me pierdo mirándolas y pensando en si nuestros yoes medievales las hicieron así con un afán sólo lúdico o decorativo, si no son más que una forma compleja de adornar o una especie de broma a través de los siglos.
Dos obras excelentes para empezar a entender sobre gárgolas son el de Dolores Herrero y el de Alejandro Vega. A ellos os remito, y os dejo para imaginar las fotos que saqué esta semana santa en este claustro tan sorprendente. La iglesia del monasterio, anexa al claustro, otra visita sorprendente, quizás para otra entrada.
Monje con barba estratégica |
Un ángel con un pergamino |
Dragón - perro con alas |
El gaitero |
Un búho majestuoso |
León alado |
Dragón |
El monje con barba, cruz y manos unidas. Maravilla |
El bufón cabeza abajo. Simplemente delirante |
El aguador |
Ojo al detalle de la pierna derecha |
Otra perspectiva del monje |
Atención a las manos y al volante de la cintura |
Arcos |
Un rincón sombreado |
Capiteles |
Detalles de volutas |
Otro rincón monacal |
Más capiteles |
Ritmo en la estructura |
¡Gracias por volver!
Hasta la próxima
REFERENCIAS
- Dolores Herrero: https://doloresherrero.com/
- Alejandro Vega Merino, 2007: https://toledo-escondido.com/libros/2%C2%BA-las-gargalos-de-san-juan-de-los-reyes/
domingo, 6 de marzo de 2022
Increíble.
En estos días que nos ha tocado vivir (malditos días); aunque, a quién quiero engañar, hace meses o quizá años que lo pienso...
Me siento en el suelo con las piernas cruzadas y observo anonadada y absolutamente incapaz de comprender, como si fuese una niña de cinco años observando a un político extranjero dar un mítin, o un alienígena de Ómicron Persei V contemplando una clase de historia del arte, digo, que me siento y observo y no comprendo cómo el resto del mundo sigue viviendo y no parece ver la nube que se nos cierne. "In awe", como dirían nuestros malditos primos americanos, les miro ver películas, reír, cocinar tartas y opinar sobre el último disco de su banda favorita, compartir fotos de gatitos, tomar copas tan tranquilos en una discoteca, y juro que no entiendo qué les pasa, si están ciegos o sólo se tapan los ojos como el monito de whatsapp.
Porque yo hace meses que barrunto, y en las últimas semanas a veces no puedo ni dormir, que qué sentido tiene pensar en el mañana y decidir si ésta persona es la que quiero para siempre o si me compro una casa en el campo o en el centro, o si ahorro para viajar el año que viene, cuando quizás no haya año que viene. Cuando quizás el año que viene estemos contemplando cielos verdes y aire ionizado, cuando quizás cualquier noche nos despierte de nuestro apacible sueño europeo un sol nuclear y el ruido de las bombas llame a nuestra puerta... Y si el invierno nuclear no nos salva, tranquilos, que dentro de treinta años el aire será irrespirable y vuestras casitas en la playa habrán sido arrasadas, y el verano no será una época de solaz y asueto sino meses de huir de un sofocante calor que no nos dejará vivir, como quien huye ahora del fuego de las bombas. Y lo peor de todo esto es la apabullante y tremenda sensación de incertidumbre y a la vez de inevitabilidad.
Todo eso pienso cada día. No me explico cómo consigo dormir, la verdad. Es increíble.