Gracias por darle sentido a esta casa vacía vestida de domingo por la tarde,
gracias.
Gracias por dejar la marca de tus rizos sobre mi almohada,
y tu figura recortada en el sofá.
Gracias por tu olor en las sábanas,
gracias por el desorden.
Gracias por dejar tu voz resonando por el salón,
y por tu risa,
y por dejarme hacerte compañía.
Gracias por dejarme entrar.
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