las cenizas se las lleva el viento.
Como despertar por la mañana y haber perdido un pendiente entre las sábanas. O como el que se arranca una uña y sigue tirando, aunque duela y aunque sangre. Como una Marilyn en su propio entierro; descolocada, confusa, con media boca sonriente y la otra media mal pintada. O como un Fred Astaire octogenario, diabético, incapaz de dar dos pasos sobre sus tobillos artríticos a punto de desmoronarse. Como sentarse en el rincón más oscuro del bar y preguntarse qué coño estará bebiendo la chica de la barra. O cuál es el veneno que le gotea en la copa.
O por qué seguir buscando el pendiente entre las sábanas.
Un Fred Astaire octogenario. Qué sugerente.
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