Ví un mundo en llamas.
Un mundo quebrado, partido en dos.
Un mundo rojo, negro y gris acero.
Un mundo caliente, hirviente, sofocante, inflamado.
Un mundo podrido, enfermo, venenoso, infectado, amarillento, como esas lunas de verano grandes e inyectadas en dolor.
Ví edificios altos, grises y negros, que rascaban el cielo arañado y nuboso. Ví bosques de esos rascacielos como la nueva flora de una selva pérfida y corrompida, y cables eléctricos tendidos entre ellos como las lianas de esa selva. Ví los caminos, esas arterias de asfalto, con los transeúntes más grises que nunca pude imaginar. Ví parques pálidos, cenicientos, con un aire no limpio sino perfumado artificialmente, con ese fondo agrio y nauseabundo que queda cuando un animalillo ha muerto debajo de un armario y su cadáver se ha podrido inclemente.
Ví personas, pequeñas pulgas de miradas perdidas e infelices. Ví hombres sin oficio ni beneficio, sin ilusiones, con nada más que sus trajes de raya diplomática y sus maletines de piel de antílope. Ví mujeres de vientres yermos, niños inocentes pero vacíos, no amados. Ví crueldad entre los hombres, dolor causado a sabiendas, sangre ajena en callejones oscuros. Ví las lágrimas secas en sus caras, y sus bocas cerradas desencajadas en un grito permanente de angustia. Ví el dolor en sus manos, la presión en el pecho, la punzante e inespecífica sensación de que podrían morir en cualquier momento y nada ocurriría. El eterno vacío de la intrascendencia inconsciente. .
Ví un mundo en el que la luz artificial había sustituido a la del sol, un mundo lleno de autómatas grises de movimientos hieráticos, un mundo en el que una risa más alta del límite hacía virarse las ecogénicas cabezas de los transeúntes, demasiado ocupados sin embargo en regodearse en su propia desgracia como para prestar ningún tipo de atención a nada. Ví animales extinguidos, hartos de luchar por seguir en una madriguera que era sistemáticamente quemada.
Ví desorden, hojas en blanco llenas de manchas de polvo, ví estériles cantos a la gloria perdida pero no perseguida,ví notas musicales languidecientes y flácidas, ví insulsas pinturas de mujeres desnudas sin nada más que muerte en los ojos opacos.
Ví un mundo del que el amor había desaparecido hacía tiempo.
Luego abrí los ojos.
Y tú, ¿qué viste?
Pufff cielosanto.
ResponderEliminarSi, como supongo, lo has escrito tú, cuéntalo ya entre lo mejor que te he leído nunca...