Mientras se nutría de esa enferma costumbre que se había convertido ya en una constante, se dio cuenta de que toda su vida había girado en torno a llenar un vacío, un agujero negro. Unas veces comiendo, otras estudiando, bebiendo alcohol hasta vomitar, llorando, no comiendo, durmiedo, follando. Tantas y tantas maneras, y ninguna efectiva. Tanto tiempo intentando llenar ese vasto agujero infinito dentro de su estómago, ese escalofriante foso de negrura que cada día crecía más y más y la absorbía inclemente.
Todo explota, y yo no puedo hacer nada.
Es una mierda ser escocés.
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