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domingo, 27 de marzo de 2016

Adolf Hirémy-Hirschl: el maestro olvidado



He descubierto un pintor que me cautiva, inquieta y fascina; un maestro de los colores fríos, de la textura de la piel y de las luces veladas. Se trata de Adolf Hirémy - Hirschl. Sus pinturas parecen sacadas del final del siglo XX, y si no fuera por sus temáticas mitológicas (pero casi siempre morbosas y oscuras), parecería un pintor cercano al hiperrealismo. Para muestra, un botón:

           
                                  
               Las almas en el Aqueronte (hablaremos de nuevo de este cuadro más adelante) 


Adolf nació en Hungría en 1860. Muy joven marchó a Viena a estudiar, y allí gano su primer premio con uno de sus primeros lienzos en gran formato, llamado Farewell: a scene from Hannibal crossing the Alps. Éste, junto con varios cuadros más, se ha perdido (más razones para alimentar el mito).

Tras eso ganó otro premio, y eso le dio la posibilidad de marcharse a Roma. Comenzó allí a producir algunos de sus mejores cuadros, entre ellos La Plaga en Roma (también perdido). Pudo volver de nuevo a Viena y allí adquirió poco a poco gran renombre; se convirtió en un pintor reputado y reconocido en la Europa de fin del siglo XIX. Sin embargo, el ascenso de pintores como Klimt le eclipsó poco a poco y cayó en el olvido. Además, en 1898 se casó con una mujer austriaca que se divorció de su marido para casarse con él; esto escandalizó a la sociedad de la época y ayudó a Hirémy - Hirschl a romper aún más su vínculo con Viena.

A principios del siglo XX volvió a Roma, y vivió allí el resto de su vida, prácticamente expatriado. Allí murió en 1933.



Hirémy - Hirschl fue un pintor prolífico y extremadamente particular. Sus pinturas, algunas de carácter simbolista, otras de temática mitológica, son sombrías, fantásticas, grotescas, hipnotizantes. También produjo paisajes, pintura naturalista y, como otros grandes pintores, una enorme cantidad de estudios realizados con grafito y pasteles sobre papel de color (naranja, lavanda, azul). En muchísimas de sus pinturas y estudios aparece el desnudo femenino, explícito y sexual pero a la vez delicado y casi decadente. A veces, la mujer desnuda en sus cuadros es innecesaria; pareciera que algunas composiciones fuesen meras excusas para pintar a la mujer desnuda. Basta mirar rápidamente algunas de sus obras para asomarse a su mundo interior. He elegido tres: Asuero en el fin del mundo, Las almas en el Aqueronte y Sic Transit.
Ahasuero en el fin del mundo (1888)


De sus telas conservadas, ésta es una de las más tempranas. Representa una antigua leyenda cristiana: Asuero (Ahasverus, Buttadeu, Larry el Caminante, Joseph Cartaphilus) fue un anciano judío que negó un poco de agua al sediento Jesús en su camino a la crucifixión, por lo que Dios le condenó a errar por el mundo hasta el retorno de Jesús a la tierra (la parusía: la segunda venida de cristo a la tierra). A menudo se ha visto en el mito del judío errante una metáfora de la diáspora judía; el castigo divino que recibió el pueblo judío por la responsabilidad que tuvieron algunos de ellos (autoridades políticas, por ejemplo) en la crucifixión de cristo. La primera referencia a este mito data de 1602; las versiones son múltiples y las interpretaciones son diversas, pero la esencia del mito permanece. Este mito ha sido representado a lo largo de la historia en decenas de obras literarias, así como en múltiples cuadros y grabados. Dos ejemplos, grabados de Doré:




Volvamos a la tela de Hirschl. La composición está cortada por una suave pendiente diagonal descendente. Arriba, el hombre barbudo representa a Asuero, el último hombre en este paraje salvaje y polar. A su izquierda, el ángel de la esperanza, y a su derecha el ángel de la muerte. En el primer plano, una figura de mujer yaciente: la personificación de la humanidad destruida. Los cuervos que vuelan hacia el espectador son extremadamente dinámicos; parecen necesarios, naturales, y el más cercano está a punto de volar fuera del lienzo.

Mirando la composición con más detalle, apreciamos algo inquietante: el ángel de la esperanza aparece lejos de Asuero, hierático y retirado, ajeno a la escena principal. Posee una iluminación propia y eleva el brazo hacia el cielo, casi como un añadido posterior, como si no formase parte de la composición: "no cuadra". Sin embargo, el ángel de la muerte rodea a Asuero con su brazo, se inclina sobre él en un gesto casi fraternal y prácticamente se funden en una sola figura. Asuero, inclinado hacia delante en su vejez, aparece como un anciano maltrecho por la edad, y el ángel de la muerte parece guiarle paternalmente. El fémur que asoma bajo la túnica roja del ángel de la muerte se asienta en el suelo con más fuerza que el bastón del anciano.

Otro detalle inquietante es el rostro, o la ausencia de rostro, de la mujer yaciente en primer plano. Ni un atisbo de rasgos faciales; sólo esa piel tersa y perfecta tan característica de este pintor.

Algunos detalles del cuadro:



En conclusión: a cada cual sus sensaciones (como siempre en la pintura). Las mías son inquietud, desasosiego, frío. Como hubieran querido los poetas y pintores simbolistas, usemos la sinestesia: este cuadro no puede ser otro sonido que no sea el silencio.


Las almas en el Aqueronte (1898) 



En la antigua mitología griega, el Aqueronte era conocido como el río de la aflicción. Era uno de los ríos del inframundo, y a él fluían el Cocytus (gemidos) y el Flegetonte (fuego, ardiente). Por el río Aqueronte conducía Caronte a los muertos para introducirlos en el inframundo. En la Divina Comedia de Dante, este río conforma los bordes del infierno. Aquellos que fueron neutrales en vida no eran conducidos hacia el infierno, sino que quedaban sentados en la ribera.

Según algunos mitos, Aqueronte fue un hijo de Helios y Gaia, y fue convertido en este río tras dar agua a los titanes durante su batalla con Zeus. Según este mito, Aqueronte fue el padre de Ascálafo, siendo su madre Orphne (ὄρφνη: oscuridad; también llamada Styx o Gorgyra: γοργύρα: consunción del inframundo), una ninfa que vivía en el inframundo. Ascálafo fue el guardián del huerto de Hades.

Unas líneas accesorias sobre Ascálafo y el mito de Deméter y Perséfone; me gusta demasiado la mitología griega como para no consignar esta historia aquí:

El mito de Deméter y Perséfone, muy conocido, narra como Perséfone (hija de Zeus y Deméter) fue robada del lado de su madre por Hades, que la sorprendió cogiendo flores con otras ninfas. Se la llevó consigo al inframundo y, tras su rapto, la vida y la naturaleza se paralizaron en la tierra mientras Deméter buscaba con desesperación a su hija perdida. El mito tiene un marcado carácter emocional: la doncella inocente, raptada por el dios que encarna el mal, el dolor de la madre buscando a su hija... pero también tiene un reverso tenebroso. Perséfone, cuando fue llevada al inframundo por Hades, se convirtió en la reina de los muertos; no era seguro pronunciar su nombre en voz alta (de hecho, en la Odisea, cuando Odiseo desciende al inframundo, se refiere a ella como la Reina del Hierro). Deméter, desolada, seguía buscando a su hija por la tierra; Zeus no pudo aguantar más y obligó a Hades a devolverla. La única condición era que Perséfone no probase bocado en todo el trayecto de vuelta, pero Hades la engañó para que se comiera seis semillas de granada. Así, obligó a Perséfone a tener que volver al inframundo un mes por cada semilla cada año. Cuando madre e hija se encontraban juntas, la vegetación y la vida florecían en la tierra; sin embargo, cuando Perséfone debía descender de nuevo al inframundo, el frío se cernía sobre la tierra y se sucedían el otoño y el invierno. Ascálafo contó a los dioses que Perséfone, al parecer, se había tomado las semillas de granada voluntariamente. Cuando Deméter supo de ello, se enfureció tanto que enterró a Ascálafo bajo una roca en el inframundo; Heracles bajó a rescatarlo, y cuando le liberó, Deméter transformó a Ascálafo en un autillo (una especie de búho): el pájaro familiar de Hades. Según otro mito, la propia Perséfone le transformó ella misma en autillo echándole por encima gotas de agua del río Flegetonte.

Volvamos de nuevo al cuadro. La figura más llamativa, el hombre vestido de azul que descansa de pie, es una representación de Hermes Psicopompo (el psicopompo, de psyche: alma, y pompos: el que guía o conduce, es una figura presente en muchas culturas. Se trata del personaje que guía las almas de los muertos hacia la ultratumba. Para los griegos, eran Hermes y Hécate). Este Hermes está de pie al filo del río, enfrentado a una multitud de muertos que le imploran que los salve del último viaje. El dios aparece como una figura hierática, perfecto, rodeado de luz propia y con sus clásicos atributos: el casco alado y el cetro. Si miramos con atención, una de sus rodillas se asoma por fuera de la túnica: parece estar andando a través de los muertos, traspasándolos, ignorándolos. La expresión de su cara es severa.

Una de las cosas maravillosas de esta pintura es que no es el dios quien más llama la atención, sino el torbellino de figuras que le rodean: mujeres, hombres, ancianos y niños, implorantes, contorsionados en gestos de desesperación, sus pieles azules casi brillando con luz propia. Según un ensayo de Gert Schiff (1984):

“They are all in a state of extreme agitation; only a few children and a couple petrified by despair do not share in the general frenzy. The figures are crowned with roses and daffodills and have the dishevelled look of bacchantes in ecstasy…There is an aesthetic of horror as well as an aesthetic of hedonism."

Las figuras comparten un estado de éxtasis extremo, salvo los niños y una pareja petrificada, que están absolutamente ajenos: en paz, descansando. Quizás se han resignado a su destino y no quieren luchar más. Como dice Schiff, las expresiones corporales y faciales crean una atmósfera de horror y quizás de hedonismo; las pieles, las curvas y las contorsiones podrían ser igualmente propias de una bacanal.

Algunos detalles:






Esta pintura habla por sí misma. Cuanto más se la mira, más se descubre.






Sic. Transit.... (1912)
                                          Paneles centrales


                                         Detalle del panel central 
                                         Panel izquierdo 
                                         Panel derecho 


Sic Transit Gloria Mundi: Así Pasa la Gloria del Mundo. Y así pasó la gloria de Hirémy - Hirschl. Ésta es una de sus últimas pinturas, realizada en Roma cuando ya se había marchado, expatriado, de Viena. Se trata de un políptico que muestra una alegoría de la emergencia de la cristiandad en Roma tras la caída del imperio romano, y el triunfo de ésta sobre las antiguas tradiciones paganas. La pintura está plagada de figuras fantasmagóricas, de escala enorme, que surgen de las ruinas de la antigua Roma. Hay menos información sobre el significado de esta pintura; sin embargo, basta contemplarla para deleitarse con ella. El que las grandes figuras permanezcan en el anonimato no hace sino añadir misterio.

Para concluir, quiero dejar aquí algunos de los paisajes y estudios de este pintor. Simplemente con el fin de deleitarse mirándolos:






                                          Seaside Cementery (probablemente su mejor paisaje) 


Pronto, más. Gustave Moreau (con su cuadro de Edipo y la Esfinge, que me persigue), un intento de desgranar a Doré y sus muchas facetas más allá de sus grabados... Y más. Gracias por leerme!


FUENTES:

http://gurneyjourney.blogspot.com.es/2009/01/forgotten-master-hiremy-hirschl.html
https://en.wikipedia.org/wiki/Adolf_Hir%C3%A9my-Hirschl
http://www.artnet.com/galleries/jean-luc-baroni/artist-adolf-hiremy-hirschl/
http://www.stephenongpin.com/HIREMY-HIRSCHL-Adolf-DesktopDefault.aspx?tabid=45&tabindex=44&artistid=178871
https://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%ADo_errante
https://en.wikipedia.org/wiki/Acheron
https://en.wikipedia.org/wiki/Ascalaphus

Haikus [versión mejorada]

Trastabillabas,
estoy pensando en ello...
cuanta belleza.



Sal en la nariz
es un sabor amargo
y doloroso.



Entre la gente
hay un hombre sentado
mirando al frente.



La mar escupe
medusas, peces, vientos
muertos de frío.



Luces y sombras;
París es un cántico
a la eternidad.



No volábamos;
Un disco triste y frío:
mi epitafio.


Aforismos [primeros intentos]

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Todo hombre es un suicida en potencia. Desde aquel que se pregunta con curiosidad de qué color será la nada hasta el que anhela el paroxismo del descanso, pasando por aquel harto y convencido de una ordenación cósmica contra él (que finalmente sólo emana de sí mismo), todo hombre es un suicida en potencia.
Pero no todo hombre comprende que no podrá despertar de ese descanso, por eso no todo hombre es un suicida consumado.

Quizás resida ahí la tendencia natural a la autodestrucción humana, y quizás alcance ahí su máximo grado de estupidez: en ese instante previo al apagarse, ese súbito haz de lucidez que muestra lo irrefrenable del camino escogido. Por eso, todo suicida consumado es un suicida arrepentido, aunque ya poco importe.



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Ser mujer en occidente es una batalla constante entre el derecho a serlo y el privilegio de serlo. Que el feminismo moderno no olvide que el derecho y el privilegio ni se engrandecen ni se anulan el uno al otro.