Poesía, literatura, pintura, viajes, historia del arte, medicina, política... Un poco de todo y un poco de nada.

lunes, 20 de febrero de 2012

"Es su idea fija, monomaníaca, de que si su alma no es inmortal y no lo son las almas de los demás hombres y aun de todas las cosas, e inmortales en el sentido mismo en que las creían ser los ingenuos católicos de la Edad Media, entonces, si no es así, nada vale nada ni hay esfuerzo que merezca la pena."

Miguel de Unamuno - Niebla


[La rúbrica de este párrafo no le concede la razón, ni mucho menos. Siento la falta de respeto]

No somos dioses

Lo primero que nos dicen nuestros profesores al entrar a la facultad es que tenemos que estudiar mucho, mucho, mucho, que tenemos que bebernos los libros, consultar la bibliografía recomendada y la accesoria (mirad los esquemas en el Netter, las preguntas tipo test en los desgloses del MIR y el tema del síndrome diarreico y del estreñimiento os lo miráis por apuntes). Además, nos ofrecen prácticas en el hospital cuando queramos ("el servicio de XXX-logía está abierto para vosotros") y nos instan a sacar tiempo de donde sea para tutorías.

Los ilustrísimos señores doctores nos dicen además que, para ser buenos médicos, tenemos que consultar el Lancet, el New England, el PubMed, casi diariamente y estar al tanto de los nuevos avances en oncología radioterápica, genética molecular, otorrinolaringología pediátrica, cirugía laparoscópica del divertículo de Meckel, y sobre los devaneos sexuales de Ramón y Cajal en su época de estudiante. Tenemos que ser unos buenos conocedores de la fisiología, la anatomía y la histología, sin olvidar una base absolutamente sólida de bioquímica. Sobre eso tenemos que tener otra base, más sólida si cabe, de patología general, microbiología, anatomía patológica y unos conceptos básicos de cirugía. Sobre eso tenemos que empezar a trabajar y construir un rascacielos de fármacos hecho de listas interminables de nombres terminados en -ina o en -ol, pero si no somos maestros en esa base de la pirámide, no somos nada. Además de conocer todos los entresijos de la fisiología normal y ser capaces de razonar para discernir los millones de síntomas que puede tener la más pequeña alteración de la más pequeña proteína del órgano más inútil, arcaico e involucionado, debemos ser buenos comunicadores, empáticos, conocer la psique humana lo suficiente como para que la relación con nuestro paciente sea correcta; y sobre todo esto, tenemos que tener interés y saber algo de historia de la medicina, de las conexiones entre la medicina y el resto de los elementos de la sociedad, de ONGs, de programas de voluntariado, de talleres para aprender a ser más respetuosos, para informar a nuestro paciente de forma efectiva, o cursos para aquirir las últimas técnicas en cirugía, los fármacos más punteros aún en fase de ensayo, tener una leve idea de los cambios en la prevalencia de las enfermedades más comunes, y podría seguir así hasta mañana. Además de todos los conocimientos técnicos y teóricos, de las destrezas prácticas y de las competencias transversales (Bolonia dixit), debemos lidiar desde el principio con la presión de que, en un futuro, tendremos una vida en nuestras manos, así que más nos vale atender en esa clase de farma de tercero en la que te están contando los antiasmáticos y no te estás enterando de nada, vaya a ser que en primero de residencia te llegue un alérgico en plena crisis y le metas 200 mg de mirtazapina, a ver si le remite la disnea.

Y yo me pregunto una cosa, a ver si alguien me la puede contestar:

¿¿¿¿CUÁNDO????

sábado, 18 de febrero de 2012

La maldición de Ondina

Hoy os traigo una curiosidad médica que os va a encantar, lo sé.






En la mitología germánica, Ondina era una ninfa del agua. Era muy hermosa y, como todas las ninfas, inmortal. La única amenaza para la felicidad eterna de las ninfas era enamorarse de un mortal y dar a luz al hijo fruto de la relación. Eso significaba la pérdida inmediata de la inmortalidad.

Ondina se enamoró de un audaz caballero (Sir Lawrence) y se casaron. Tras pronunciar los votos, Sir Lawrence dijo: "Que cada aliento que dé mientras estoy despierto sea mi compromiso de amor y fidelidad hacia ti". Un año después del matrimonio, Ondina dio a luz al hijo de Lawrence. Desde ese momento, ella comenzó a envejecer. Mientras el atractivo físico de Ondina se iba desvaneciendo, Lawrence perdía el interés en su mujer.

Una tarde, mientras Ondina estaba caminando cerca de los establos, escuchó el ronquido familiar de su marido. Cuando entró al establo vio entonces a Sir Lawrence recostado en los brazos de otra mujer. Ondina despertó a su marido rápidamente, le señaló con el dedo y pronunció su maldición: "Me juraste fidelidad por cada aliento que dieras mientras estuvieras despierto y acepté tu promesa. Así sea. Mientras te mantengas despierto, podrás respirar, pero si alguna vez llegas a dormirte, ¡Te quedarás sin aliento y morirás! Sir Lawrence se vio condenado entonces a mantenerse despierto para siempre.




Bonita historia, ¿verdad? Pues es cierta; bueno, es cierta relativamente. La maldición de Ondina existe.

La respiración, como sabéis, es una de las funciones vitales del cuerpo humano y consiste en la introducción de oxígeno en el organismo para la correcta nutrición de las células, y la expulsión del dióxido de carbono, producto tóxico del metabolismo. Todos sabemos cómo funciona la respiración; ese pecho que se infla y desinfla rítmica y constantemente, casi como por arte de magia... ¿pero quién controla todo esto?

Lo intentaré explicar de la forma más sencilla y completa posible. Supongo que sabéis que el cerebro está constituido por un acúmulo de somas neuronales (el cuerpo de la neurona, su zona principal) y prolongaciones o axones neuronales. La corteza cerebral controla muchísimas funciones del cuerpo, pero ahora no me interesa esta parte del cerebro sino una algo más inferior, que une anatómicamente el cerebro con la médula espinal: el tronco del encéfalo. Es una zona evolutivamente más antigua y arcaica que el cerebro, y su función principal es controlar un montón de procesos vitales e inconscientes del cuerpo, como el latido cardíaco, la motilidad del aparato digestivo o... ¡sorpresa! la respiración. Esto lo hace mediante pequeños acúmulos de neuronas, como diminutos cerebros del tamaño de habichuelas, que se llaman núcleos o centros. Hay un núcleo para cada cosa, e incluso varios: los núcleos vestibulares, para mantener el equilibrio; el núcleo cardiomotor, para el latido cardíaco; hay incluso un núcleo que modula el mantenimiento de la postura cuando estamos acostados y con los ojos cerrados (sí, sí); y el centro de la respiración, que es el que nos interesa.

El centro de la respiración tiene varias partes, conectadas entre sí y con otras zonas del encéfalo, y es capaz de emitir impulsos nerviosos hacia los músculos inspiradores para que se contraigan y funcionen rítmicamente. Además, es capaz de responder a estímulos como el descenso del oxígeno en sangre, modulando la actividad del aparato respiratorio.

Quizás algo os haya llamado la atención hasta ahora; he dicho que el tronco del encéfalo controla funciones inconscientes del cuerpo, pero esto no es cierto para la respiración. Sabéis que esta función tiene un componente voluntario: por eso podemos aguantar la respiración o
respirar más fuerte, o más débilmente, a voluntad. Esto se debe, sencillamente, a que el centro respiratorio puede emitir impulsos nerviosos de forma automática (mediante unos mecanismos moleculares un poco oscuros para mí), pero también recibe nervios que vienen de la corteza, la cual, si recordáis, os dije que controlaba funciones voluntarias. En un centro respiratorio normal, el componente automático de la respiración es el que manda sobre el voluntario; esto quiere decir que podemos aguantar la respiración hasta un límite, pero cuando el cuerpo detecta que ya es suficiente de hacer el idiota y que necesitamos oxígeno, la respiración pasa a ser automática y se acabó la tontería.



Bien, ¿y qué hacemos con todo esto?. La maldición de Ondina, si la recordáis, tiene que ver con esto. Es la consecuencia de una patología muy rara que se debe a una lesión en el tronco del encéfalo o a una alteración del sistema parasimpático, en la que no manda el componente automático de la respiración, sino el voluntario. El enfermo puede respirar de forma voluntaria, pero no de forma automática; como he explicado antes, el centro respiratorio normal detecta los descensos del contenido de oxígeno en sangre y responde a ellos estimulando la respiración; en estos enfermos no ocurre así, con lo cual esos descensos (que ocurren normalmente de vez en cuando) durante el sueño pueden, y suelen suponer, una muerte segura.

En resumen, para que lo comprendáis, el paciente sólo puede respirar si así se lo plantea, si lo piensa, si lo desea o si lo hace de forma consciente. En cuando deje de prestar a esa función de su organismo, ésta se anulará y morirá.

Aunque no es una enfermedad muy conocida, se sabe que suele ser progresiva o congénita (desde el nacimiento) y también manifestarse con una gravedad muy variada.

En las formas más leves, el sujeto podrá seguir viviendo, pero debido a que el sueño no es reparador por la falta de oxígeno por las apneas, durante el día estará somnoliento, se fatigará fácilmente, tendrá dolores de cabeza, aumento del nivel de glóbulos rojos y un largo etc... El tratamiento para estas formas suele ser ventilación con presión positiva cuando el paciente se vaya a dormir.

En las formas más graves, en las que dormir significa una muerte segura suele aparecer desde el nacimiento, y la mayoría de neonatos mueren sin que muchas veces se llegue a saber la causa. Ésta es una de las posibles causas de muerte súbita en recién nacidos.

Sin embargo, en aquellas personas en que la enfermedad ha empeorado progresivamente y llegan a arriesgar la vida cada vez que duermen, suele tratarse con ventilación asistida durante la noche. Aún así, a pesar de todos esos tratamientos, cualquier descuido de quedarse dormido sin la oxigenoterapia indicada, significará la muerte.




Espero que hayáis entendido un poquito el asunto. No me quiero imaginar cómo tiene que ser vivir con semejante presión en el pecho, nunca mejor dicho.


[Por cierto, la imagen es un precioso cuadro de Waterhouse que se llama Undine, dedicado a nuestra ninfa]

Vivir la vida como si tuviera que repetirse eternamente.






(Nietzsche)

miércoles, 8 de febrero de 2012

Va de números la cosa.

El cólera es una enfermedad infecciosa causada por un microorganismo llamado Vibrio Cholerae. Produce diarreas tan intensas que llevan a una deshidratación y muerte por hipovolemia en pocos días.

El cólera se cura con una única dosis de 300 mg de doxiciclina, o una única dosis de 500 mg de ciprofloxacino. Son dos de los medicamentos más utilizados en la farmacopea española y en los países occidentales en general.

Un bote de 16 grageas de doxiciclina, de 100 mg cada una, cuesta en España 2,39 euros; 0,04 euros la dosis. Una caja de 10 comprimidos de ciprofloxacino de 500 mg cada uno cuesta 3,64 euros en España, es decir, 0,36 euros la dosis.

Sin embargo, se calcula que el promedio de muertes anuales por cólera es de 120.000.


A mí, no me salen las cuentas.

Zaz - Je veux

Una preciosa joya en francés. Disfrutadla.

Espacio

Cuando se comienzan unos estudios básicos en psicología, los primeros temas que han de cubrirse (una vez pasada la necesaria, aunque no siempre bien elaborada, introducción e historia), son los que analizan las funciones psíquicas principales, que son la percepción, la atención, la memoria, la orientación y la inteligencia.

Dentro de la orientación, que se define como la posición o dirección de algo respecto a un punto cardinal (según la RAE), y como un rendimiento psíquico complejo y frágil dependiente de la integridad de los demás sitemas psicológicos (según mis profesores; os aconsejo que os quedéis con la primera), se distinguen varios apartados. Suele analizarse la conciencia del tiempo y del espacio, porque son las dos dimensiones en las que el individuo puede orientarse (o desorientarse, si lo que nos interesa es la psicopatología).

Con esta base, me quiero centrar en un aspecto de la orientación espacial que me ha llamado mucho la atención. El espacio se suele dividir en varios tipos, de manera muy esquemática:

  • Espacio teórico: se entiende como una dimensión del espacio que construimos en nuestra mente, un espacio infinito y vacío en el que cabe cualquier cosa.
  • Espacio práctico: el espacio en que nos movemos, el real, el que existe. Y, dentro de él:
  1. Espacio real: el espacio entendido como su expresión más simple, con sus tres dimensiones: alto, ancho y profundo.
  2. Espacio vivenciado: es el espacio sometido a nuestras percepciones, cómo vivimos el espaci. A su vez, posee:
- Espacio yoico o individual: lo que se conoce como espacio vital; es
mayor por delante y por detrás del individuo que por los lados.

- Espacio cohumano: el que compartimos con otras personas.
- Espacio de acción: aquel el que nos movemos
- Espacio sintónico: espacio en el que ocurren las relaciones sociales.

Bien; como habréis podido intuir si sois agudos (cosa que doy por sabida), esto no es más que una pequeña introducción para que entendáis de qué quiero hablarlos. La dimensión de espacio que más me ha llamado la atención ha sido el espacio teórico; en clase, muy brevemente, nos refirieron que éste ha salvado de la locura al ser humano en situaciones límite, como secuestros, años de internamiento en cárceles u hospitales, etc.

El ejemplo más significativo, probablemente, de esto, está en el archiconocido diario de Ana Frank (http://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Frank). Como sabéis, Ana fue una niña judía que vivió entre el 29 y el 45, famosa por el diario en el que dejó constancia de los dos años y medio que pasó escondida de los nazis junto con su familia en una casa de Ámsterdam. Esa casa, cuyo espacio habitable era de 46.6 metro cuadrados, fue la morada de Ana y otras ocho personas durante ese tiempo. Para los que tengan una inteligencia espacial tan mediocre como la mía, un piso de 30 m cuadrados hoy día da para que viva una sola persona, y con apreturas. Es imposible no darse cuenta de que esa situación es prácticamente insostenible para un ser humano normal, a no ser que sea un estoico patológico o que recurra a algo más, un añadido, una ampliación: su espacio teórico. Quién sabe cómo de grande debía ser para Ana el escondrijo en el que se vio obligada a sobrevivir.

Lo que persigo con estas líneas no es, como ya habréis adivinado, hablaros de las desventuras de una niña judía ni de mis clases de psicología, sino de ese ente tan abstracto que he dejado caer: el espacio teórico. Resulta fascinante cómo las propias leyes del tiempo y del espacio se distorsionan para crear algo que parece más un concepto metafórico, pero que en verdad tiene un componente bastante real. No hablo de algo real, tan real como que ahora mismo es de noche o como la existencia de un apéndice sobre los hombros del ser humano llamado cabeza, ni de realidades que se capten por los sentidos, sino más bien de ese orden de realidad más amplio y superior integrado por el amor, el odio, la muerte o la memoria.

El espacio teórico es real en la medida en que ha tenido utilidad siempre que se ha recurrido a él, como he dicho más arriba con el ejemplo de Ana Frank, que no es el único. Cuántos prisioneros en campos de concentración (por no perder el símil) habrán construido en la mente el color de las sábanas de su cama, el de la piel de los muslos de su amada o la cualidad de la luz cayendo sobre el cabello de sus hijos, cuántos poetas malditos habrán soñado y volado por su particular y brumosa concepción del cielo o del infierno desde un jergón raído y frío, cuántos niños solitarios de mentes aladas habrán construido castillos en la mente; incluso nuestro querido Samsagaz Gamyi recurre a su espacio teórico al final del Señor de los Anillos, cuando yaciendo en la ladera del monte del destino junto con su señor Frodo, le evoca el sabor de las fresas con nata de la comarca (aunque Frodo deja claro que no es el mejor momento de pensar en postres). Nos instalamos en el espacio teórico cuando la realidad es demasiado oscura, demasiado dolorosa o demasiado vacía para vivir en ella, ya sea por obra del entorno o a veces por obra nuestra; ya dicen que la mala suerte se la busca uno.

Supongo que la asociación entre el espacio teórico y la evocación de lo pasado ha quedado clara; si leísteis con atención la definición que puse al principio (dimensión del espacio que construimos en nuestra mente, un espacio infinito y vacío en el que cabe cualquier cosa), debía venir desde entonces. Si el espacio teórico es infinito y creado por cada uno, está sujeto a la voluntad, y su función puede ser la que se nos antoje.

Para mí, el espacio teórico es la caja donde metemos las anclas que nos atan a la cordura cuando ésta amenaza con abandonarnos. Probablemente una de las mejores maneras de conocer a alguien sea abrir esa caja y averiguar cuáles serían sus anclas. Os invito a que penséis en las vuestras; la mía sería, creo, la música.

A tenor de esto, y para terminar, os dejo un pequeño texto que los más cercanos conoceréis.



Ella estaba tumbada en el sofá, con las manos entrelazadas detrás de la cabeza y la mirada fija en el techo, cuando él entró en el piso con pasos lentos:

- ¿Alguien en casa? – preguntó
- No – dijo ella con tono neutro – inténtelo de nuevo más tarde.

Él soltó una risotada mientras se quitaba la gabardina y la colgaba en el perchero, sacándose cada zapato con la punta del pie contrario sin quitar la mirada de los pies enfundados en calcetines de rayas que asomaban por un lado del sofá.

Se acercó a ella y se sentó en el suelo con las piernas cruzadas. Antes de darle tiempo a decir algo o a pensar, ella se recostó de lado en el sofá y lo atravesó con una mirada preocupada mientras decía:

- Mi madre ve fantasmas.
- ¿Fantasmas? – fue lo único que él alcanzó a decir él - ¿cómo que fantasmas?
- Ve a mi padre paseando por la casa, reflejado en los espejos y los vasos, en los jarrones… - continuó ella con tono cansado. – Me preocupa. ¿Crees que puede ser…?

Ella enmudeció y se le perdió la mirada en algún punto sobre la cabeza de él, que la miraba con expresión divertida. En vista de la poca atención que le prestaba, suspiró y habló:

- ¿Demencia senil, o algo así? No lo creo. Tu madre es mayor, y se siente sola.
- Vamos, menuda excusa. La soledad no fabrica entes corpóreos y tangibles – pronunció estas últimas palabras con especial desprecio.
- No se trata de eso. Todos necesitamos creer en algo.
- No me sueltes frases hechas, que no les veo sentido, ya lo sabes. Mi madre nunca ha creído en Dios, ni en Alá, sólo en ella misma. Nunca ha necesitado nada de eso.
- ¿Sabes por qué?

Ella negó con la cabeza y él sonrió con displicencia, como si no quisiese decir lo que iba a decir.

- Porque ella siempre ha entendido el curso del mundo, a su manera. Siempre ha tenido claro que todo acto tiene consecuencias y que la única forma de forjar un futuro medio decente es trabajar y esforzarse. Pero ahora… se ha topado con un concepto más complicado.
- La muerte… - le atajó ella. Él asintió con los ojos cerrados.
- La muerte es un concepto demasiado amplio para que cualquiera de nosotros podamos entenderlo. Y, como sabemos tú y yo, a las personas nos encanta creer que lo entendemos todo.
- Y… ¿qué pasa cuando no entendemos algo?
- Que nos sentimos como si estuviésemos andando sobre la cuerda floja, como flotando en el abismo.
- Y entonces, fabricamos anclas. Cosas que nos ayuden a mantenernos firmes.

Él asintió con los ojos cerrados. Ella se sentó en el sofá y esbozó una sonrisa. Se levantó como un resorte y se puso un vestido de lana púrpura sobre las medias negras, unas botas, y, conforme salía por la puerta, se volvió y dijo con una sonrisa:

- Yo seré su ancla.





Gracias por vuestra atención :3





lunes, 6 de febrero de 2012

Go, go, go!

¡Tengo MUCHAS ganas de escribir...!
Pero como no tengo ninguna idea que valga la pena ahora mismo (exámenes...) quiero compartir con vosotros una de mis listas de reproducción en youtube. Es una lista de música instrumental que me pongo a veces cuando estoy estudiando. Espero que os guste :3













[ésta para mi filólogo especial :) ]

Back to the ground

Después de un par de meses con el blog cerrado, y tras eliminar como 14 o 15 entradas de las 17 que he subido en este tiempo, vuelvo. A ver cuánto me dura... empiezo a asumir mi inconstancia con los blogs como algo inherente a mí.

Sobre el borrado masivo... han sobrevivido las entradas que tenían algo que decir, y algo útil. Las demás... están muertas. Si se puede hablar mal de los vivos, ¿por qué no de los muertos?. Las demás no valían nada, estaban demasiado vacías de contenido o eran fruto de delirios momentáneos.

Quiero retomar algunos proyectos, y hacer las cosas bien a partir de ahora. Voy a empezar cambiando la skin del blog; aunque parezca una tontería, es bastante importante. Pronto, pronto, nuevo material.

Cosas que retomar: cabaret ¿why not?, las conversaciones, mi cosa rara sin nombre aún (también conocida como oOo), algo de poesía...

Tengo voluntad de hacerlo todo bastante mejor a partir de ahora. Mucha voluntad. Espero que eso sea suficiente.